Cuento Corto
Trece cuarenta y tres
Trece cuarenta y tres, una cifra con significado
incomprensible. Desde siempre, el rumor interior al pensarla me llenó de
sensaciones difícilmente relacionadas con la realidad.
De niño, durante los minutos previos al sueño, cuando los
pensamientos se liberan y asocian entre sí dominando la situación, el sonido
casi musical de trece cuarenta y tres marcaba el límite de lo posible y
recordable llevándome a un mundo de ensueño profundo.
Así fue acompañando mi crecimiento en la más secreta
complicidad. Con el pasar de los años busque relaciones cabalísticas y
significados mágicos sin encontrar en la bibliografía consultada ningún
resultado que satisfaga mi inquietud. El número continuaba siendo un misterio y
revelar su significado se estaba convirtiendo en una obsesión.
Esa mañana mi jornada comenzó en la forma habitual, unos
mates amargos dieron la acostumbrada molestia gástrica que iba desapareciendo
con el consumo de cigarrillos.
El rutinario sonido durante el viaje en subte me llevo a
recordar a mi numeral amigo.
Al llegar a la estación Pasco un destello de luz me obligo a
fijar la vista sobre una mujer vestida de blanco que caminaba cansina por la
plataforma. La profunda tristeza que derramaba a su paso invadió mi
pensamiento, esa sensación me acompaño el resto del día.
Comenté lo ocurrido con compañeros de oficina, sólo el viejo
Funes efectuó un comentario al respecto.
–
Te
flechó la Novia de Alberti. – Dijo entre risas.
–
¿Qué
dijo Funes? - Pregunté.
No respondió, continuó su rutinaria tarea ignorándome por
completo.
Funes estaba a punto de jubilarse, un tipo solitario, muy
reservado, de cuya vida privada no se sabía nada. A pesar del tiempo que
trabajaba en la oficina nadie había intimado lo suficiente con él. En muy raras
ocasiones participaba de charlas o bromas pero esa mañana su acotación aumentó
mi inquietud y acaparó la atención del resto de los compañeros.
Mi insistencia en el tema dio pie a su relato acerca de la
Novia de Alberti y como me imaginaba se trataba de una leyenda urbana, uno de
los tantos fantasmas que existen en los túneles y estaciones de los subtes de
Buenos Aires.
Para aquellos que no han tenido la oportunidad de conocer la
trágica historia, haré una breve reseña: “Una joven, hermosa y muy enamorada
dama, perteneciente a una tradicional familia porteña se encontraba a punto de
realizar su anhelado sueño y llena de ilusión, desbordante de felicidad esperó
a su amado en el altar. Él nunca se presentó, desesperada corrió hacia la
estación Alberti de la línea “A” arrojándose
a las vías en momentos en que pasaba el tren. Desde ese instante, la aparición
de una doncella vestida de blanco, pasea triste por el andén de la estación
Alberti en busca de su compañero”.
Ya no se trataba de un número, ahora se agregaba una visión fantasmal
y para mi obseso criterio totalmente relacionadas.
Funes me había dado la pista reveladora al interrogante de
toda mi vida, se convirtió en mi confidente y pasábamos horas conversando sobre
el tema, planificando, desarrollando estrategias. El encuentro debía
concretarse. El juego había comenzado y lo disfrutaba plenamente.
Día tras día me presente en la estación Alberti a la espera
de un contacto con la romántica dama y poco a poco mi interés por ella fue
tomando características amorosas. Me había enamorado de un fantasma y
deambulaba como un impaciente colegial.
Pasaron varias semanas pero mi interés no disminuía, mezclado
entre la gente, recorrí el andén una y otra vez repitiendo en mi mente el
número trece cuarenta y tres al ritmo de las ruedas del tren.
Funes interrumpió mis pensamientos.
- Ya es tiempo que
tomes una decisión. –
- No comprendo,
decisión, ¿Sobre qué? –
- Las cosas son así,
ella te está esperando y aunque tiene toda la eternidad, cada instante de soledad aumenta su tristeza.
- ¿Qué me propones
Funes? Estoy un poco perturbado pero tengo total conciencia de la realidad. Las
fantasías me seducen, disfruto del juego y esto es un juego. –
- Si, pero la apuesta
es alta. – Dijo Funes dejándome solo en el andén.
Varios trenes pasaron hasta tomar la decisión, por casualidad
o no, el último y definitivo fue a las trece cuarenta y tres.
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