11 de marzo de 2015

Los Ciclopes.

Cuento.

Los Ciclopes


María hacia un culto de la belleza, cuidaba con esmero su figura y presencia.
Muy atractiva, su pelo negro contrastaba llamativa-mente con la piel blanca y sus ojos verdes y chispeantes, invitaban a mirarla.
En la oficina era elogiada por sus compañeros que trataban de conquistarla con piropos y sonrisas. Esto le resultaba muy agradable a María, pero nunca accedía a las invitaciones  propuestas.
Federico un hombre prolijo, agraciado, simpático y locuaz, preocupado por ascender en su trabajo y dispuesto a conocer nuevas relaciones.
Se conocieron en el subterráneo. Miradas cómplices, sonrisas y pequeños gestos fueron haciendo que los viajes sean menos tediosos.
Durante uno de ellos, tomaron contacto físico, un simple rose por el exceso de pasajeros, determinó el comienzo de su relación.
Se gustaron, sintieron que su química era compatible e inmediatamente de una pequeña charla decidieron continuar los encuentros en un marco más adecuado.
Tomaron café, compartieron cigarrillos en la confitería “La Paz” y luego de una prolongada conversación sobre gustos y preferencias, decidieron intimar en un hotel de la zona.
El encuentro fue satisfactorio para ambos. Alegres, cansados y con gran apetito, degustaron una Pizza en “Las Cuartetas”, entre risas y pícaros comentarios.
-          No esperaba que el día terminara de esta forma.- Dijo Federico.
-          ¿Te decepcioné…?- Pregunto María entre risas.
-          De ninguna manera, al contrario. ¡Tengo miedo de enamorarme…!
-          ¡No creo! Pareces muy seguro de lo que quieres para tu vida y el amor no es algo que esté en tu lista.-
-          Es cierto, pareciera que me conoces desde hace mucho tiempo.-
-          Mucho tiempo no, pero “íntima y profundamente” si.- Dijo María y los dos rieron por algunos segundos.
La relación fue afianzándose, volviéndose cada vez más intensa y los prolongados encuentros más frecuentes.
Al poco tiempo comenzaron a convivir, la dependencia mutua era notable. Hacían todo juntos eran “el uno para el otro”.
Ambos tenían proyectos laborales y profesionales, deseaban progresar económica y socialmente.
Federico llegó del trabajo con una botella de champán y un regalo para María, quería festejar el ascenso y María lo recibió con la cena favorita.
Esa noche festejaron y tuvieron sexo en el comedor continuando en el dormitorio y luego bajo la ducha.
Siempre habían tenido especial cuidado durante sus contactos amorosos, un accidente los mantuvo inquietos durante algunos días y las dos rayas en el test, alteraron la mañana.
No se encontraba dentro los planes de María perder la figura ni dedicar tiempo a una crianza.
Era un momento en el que todas sus energías se concentraban en la propia realización social y profesional.
El amor no tenía lugar en su vida, solo el buen sexo y el placer sin compromiso ocupaban sus pensamientos.
Federico pensaba de igual forma, tenían muchos proyectos económicos y metas claras de superación social.
Querían una vida cómoda, una casa espaciosa, autos de lujo, dinero en el banco vacaciones en el caribe, para lograrlo deberían trabajar mucho y tener buena suerte. 
El vástago no era esperado y mucho menos deseado.
Muchas charlas sobre la posible interrupción del embarazo los mantuvo despiertos varias noches y siempre la misma conclusión. ¡Todavía no nació y ya está jodiendo!
La consulta médica determinó la imposibilidad de un aborto, era muy peligroso para la vida de la mujer.
Obligados por las circunstancias continuaron soportando la gravidez tratando de disminuir las incomodidades que esta provocaba.
Los vómitos matinales, la pérdida del apetito sexual y el engrosamiento de la cintura iban haciendo cada vez más espaciados los encuentros íntimos y desarrollando un profundo rencor hacia el hijo que encaprichado continuaba creciendo dentro de ella.
Solo una ventaja tenía en cuenta, luego del cuarto mes le cedían el asiento en el subte.
Federico, resignado ante la situación, pasaba horas haciendo cálculos del presupuesto familiar, lamentando la imposibilidad de cambiar el auto y añorando el cuerpo esbelto de su mujer.
Así fueron pasando los meses hasta que el niño vio la luz, lloró y comenzó a alimentarse succionando los pechos de la mujer en forma descarada y sin contemplaciones, frente al hombre que cada vez se sentía más apartado.
Cambiar los pañales era una tarea que Federico cumplía con total desagrado, el olor de las heces del niño lo trasportaba al peor de los mundos.
La falta de sueño aumentaba la mala predisposición y el llanto del bebe lo enardecía.
Un juego de fantasías comenzó a ocupar su mente y la necesidad de recuperar lo perdido ante el advenedizo usurpador.
Aparentando una amorosa relación filial, ambos progenitores fueron cumpliendo las sociales obligaciones, demostrando orgullo por su prole ante amistades y familiares, pero íntimamente cada uno y por diferentes motivos fueron alimentando un secreto encono hacia el niño.
Los meses fueron pasando y las obligaciones cotidianas hicieron de distracción aunque no de olvido.
Llegaron las fiestas de fin de año y con ellas el tiempo de planificar el descanso veraniego.
-          ¿Qué te gustaría hacer estas vacaciones? –. Preguntó Federico.
-          Podríamos alquilar una quinta. ¡No, mejor una casa en el Tigre! -.Dijo María.
-          Sería interesante, tranquilos y alejados de los problemas mundanos.-
-          ¡Un poco de vida salvaje…! Me gusta.-  Expreso María.  
El llanto del niño interrumpió la conversación, ella lo alzo en brazos y él preparo el biberón.
Por algunos días se dedicaron a la búsqueda de un lugar accesible a su presupuesto. Alquilaron una isla alejada pero aparentemente con comodidades que cumplían sus necesidades primarias.
Prepararon bolsos, pañales, provisiones y todo lo que podían llevar.
-          ¿Llevamos todo?- Preguntó María.
-          Supongo que sí, lo que falte lo compramos en el lugar.-
Emprendieron el viaje llegando a la última parada de la lancha colectiva, desde allí un lugareño con su bote remontó el riacho sin nombre hasta la isla que solo contaba con una ruinosa casa de chapa.
-           ¡La semana que viene paso! Les gritaba el botero mientras se alejaba ante las miradas de la sorprendida pareja.
-          ¡No te olvides…! Respondió Federico.
La sensación de abandono los invadió por unos minutos pero el llanto del bebe nuevamente los llevó a la realidad y mientras la mujer lo amamantaba, Federico cargó los bolsos dirigiéndose hacia la casa.
Al entrar observaron que la cabaña no contaba con las comodidades prometidas, carecía de electricidad, la cocina no funcionaba y el baño estaba sucio.
-          ¡Esto es un asco!- Exclamó María.
-          Por el precio está bastante bien.- Dijo Federico tratando de apaciguar la situación.
Limpiaron la casa, lavaron el baño y prendieron un fuego en la chimenea, acondicionaron el lugar como para estar lo más cómodos posible.
Una vieja lámpara de kerosene les brindó una romántica ambientación y pese a la precariedad comenzaron a disfrutar la tranquila atmósfera.
Esa noche cenaron parte de las provisiones que llevaban y se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente realizaron un listado de productos a adquirir a la lancha almacén, que según el propietario debería pasar diariamente a las diez.
En vano esperaron el primer día, el segundo y el tercero.
La situación iba tornándose problemática, no eran los mosquitos y alimañas. El problema era la falta de alimentos y el llanto del niño que no paraba de devorar los pechos de la mujer.
Durante todo el día recorrió la isla en busca de cualquier cosa que pudiera mitigar el hambre.
Intentó infructuosamente cazar y pescar, probó todo tipo de hojas y algunas raíces comprobando su incapacidad y escasez de conocimiento.
Llegó a la casa con solo una rama de laurel y algunas ideas en su mente.
El silencio era interrumpido por el chisporroteo del fuego, el aroma a laurel y carne a la parrilla invadía la isla.
-          ¡Esto es exquisito! -. Dijo la mujer mientras acercaba el plato a su pareja con claro gesto de repetir la porción.
-          Te sirvo otro trozo -. Expresó sonriente el hombre mientras trozaba un cuarto trasero.
Esa noche tuvieron una relación sexual frenética bajo las estrellas del Delta.


No hubo interrupciones ni llantos de niño, tampoco precauciones para evitar un futuro embarazo.


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