20 de marzo de 2015

A primera vista


Cuento


A primera vista



Margarita había sido educada al modo antiguo, estricto, gozando de poca libertad y haciendo un culto de su virginidad.
A los quince años su madre le confeccionó el vestido para la fiesta, ella lo lució ante la parentela con cierto orgullo pero algo avergonzada frente a sus amistades.
Fue creciendo bajo un constante control y con una doble actitud trató de encajar en el mundo sin abandonar los valores que le inculcaran desde niña.
Ya había cumplido veinte y aún no conocía la intimidad con un hombre, solo esporádicos juegos de manos en reservados de algún local de baile con casuales acompañantes que no llamaban al día siguiente.
Fueron pasando los años y cada vez se le hacía más difícil concretar su realización de pareja, el amor parecía estar muy lejos de sus posibilidades y lo que para ella era una virtud se había convertido en el principal motivo de su fracaso.
Dejó de concurrir a bailes, de maquillarse y tomó como único refugio las fantasías que encontraba en la lectura de novelas románticas.
Una lluviosa mañana de mayo abordó el subte con destino a la oficina, como de costumbre mantenía la vista fija en su lectura, de pronto se sintió observada. Un hombre que se encontraba frente a ella, correctamente vestido, no dejaba de mirarla tras sus anteojos negros y esto la incomodó, verificó que se encontraba apropiadamente sentada y regreso al libro de cuentos donde se sintió identificada con uno de los personajes.
En forma imaginaria fue desarrollando un dialogo con el desconocido explayándose sobre sus virtudes y confesándole sus más ocultos deseos. Era la primera vez que realizaba un juego mental de ese tipo y le pareció divertido. Al llegar a la estación se paró regalándole una cómplice sonrisa al desconocido, como si la conversación hubiera sido real.
El episodio del subte comenzó a hacerse presente en sus sueños donde el hombre fue adoptando una cautivante personalidad que poco a poco fue ganando su corazón.
Margarita se había enamorado, era tan auténtico, la sorprendía con elocuentes frases y diálogos inteligentes, además sus sueños eran cada vez más largos y colmados de experiencias eróticas.
En una oportunidad, luego de un vívido encuentro amoroso, su amado le entregó una rosa que ella guardó celosamente en un secreto lugar. Al despertar la busco infructuosamente durante horas tratando de recordar el sitio.
Comenzó a creer que no se trataba de una fantasía, que realmente se había conectado de alguna forma y ese era el hombre de su vida.
La idea del amor trascendente siempre existió en ella y ésta era la demostración de su acierto. Durante el próximo sueño plantearía un encuentro diurno en el mundo real.
Muchas noches pasaron y en varias se encontró con su alma gemela pero cada vez que intentaba concretar la reunión un sobresalto interrumpía su sueño despertando en forma abrupta y agitada.
Abandonando la idea, dedicó todos sus esfuerzos a su vida onírica y disfrutó cada ensueño con su amante nocturno.
Llevaba una vida paralela, durante el día una recatada y seria dama, por las noches una enamorada y juguetona mujer.
Esa mañana el subte llegó más lleno que de costumbre, en uno de los vagones delanteros viajaba su amante, intentó llegarse hasta él pero tuvo que abordar en otro varios metros atrás. Desesperada intentó adelantarse pero la gran cantidad de pasajeros se lo impidió.
No bajó en la estación Tribunales y continuó hasta Catedral, era su oportunidad y no podía desperdiciarla.
Velozmente subió hasta la calle y en la esquina, esperando el paso del semáforo estaba su amado. Corrió hasta él y lo tomó del brazo, en ese momento escucho por primera vez su voz:
- Gracias, pero puedo cruzar solo.-
- Disculpe, pero yo no -. Dijo Margarita sin soltarlo.
Recién en ese momento advirtió que el hombre llevaba un bastón blanco.
Cruzaron la Av. De Mayo y conversando se perdieron en el patio del Cabildo.

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