29 de enero de 2015

Liboria

Cuento

Liboria


Habían pasado de las seis de la tarde, cuando una sensación de temor me invadió en forma repentina. Caminar por el Centro se hacía dificultoso, faltaba el aire, mis manos traspiradas buscaban de donde sujetarse y me detuve frente a la entrada del edificio.

Recobrando el aliento introduje la llave, abrí y tome el ascensor que lentamente me llevó hasta el 7º piso, al llegar al departamento me sentí recuperado y comencé a organizar las tareas mentalmente mientras me servía un whisky sin hielo.

Ya en “mi micro mundo controlado”, retomé la lectura interrumpida la noche anterior sin recordar con exactitud la página abandonada.

La oscuridad avanzaba, sus sombras iban reemplazando la luz por tinieblas y la pacífica lectura por ansiedad en concluirla. Cerré el libro.

Escenas del día se entremezclaban con imágenes de la lectura y el dialogo con Liboria.

-¡Pequeño ilusionista enamorado, llegaste tarde al lugar indicado!-

-¡Liboria, me hablas en rima!-

-¡Te noto un poco tenso para estar en la colina!-

Liboria se dirigió al dormitorio, fue desnudándose lenta y sensualmente, reclinándose sobre la cama e iluminando la habitación con una sonrisa cómplice. Presuroso entré en el cuarto pero al llegar, ella estaba dormida y yo despierto. La alcoba olía a vainilla.

En mi lectura, Liboria; una mujer atractiva de unos cuarenta años, temperamento reservado, acostumbrada a la buena vida y algo promiscua, jamás hablaría en rima y mucho menos se quedaría dormida. Es más, nunca durmió en toda la novela. Bueno, estaría cansada por eso.

No estoy seguro si el hecho era un juego imaginario o un primerizo y  tímido contacto con lo incorpóreo.

Ávido de comprender el suceso, recurrí al libro suponiendo encontrar algún indicio, pero infructuosas fueron las relecturas.

De hecho, Liboria había interferido en “mi micro mundo controlado”, su sensualidad alterado mis deseos y la imposibilidad de poseerla, una angustiosa frustración.

Busque en la biblioteca un texto sobre apariciones, rituales y formas de invocación que revisé mientras cenaba unos sándwiches.

Poco a poco el esoterismo fue filtrándose en mis pensamientos hasta invadirlos por completo. Solo traspasando la puerta hacia lo intangible llegaría a ella.

Comencé preparando la ambientación; sahumerios de vainilla, velas rojas, música de Vangelis, todo perfecto, faltaba Liboria pero estaba seguro de su aparición.

Tocaron a la puerta, al abrir era ella, sin decir palabra se abalanzó sobre la mesa donde quedaban algunos sándwiches de miga que devoró mientras trataba de justificarse.

-Hace mucho que no me materializo, tengo el hambre que provoca la eternidad.-

-Lo importante es que llegaste hasta mí, estamos juntos.-

-Eres el único que me invocó. Ya te dije que hace mucho que no me materializo y en la novela solo ingiero té verde.- Replicó Liboria.

-¿Qué eres Liboria; una fantasía producto de mi imaginación, un fantasma, un demonio, un ángel?- Pregunté con la novela en mis manos.

-Nada de eso, solo soy un personaje cansado de esperar que alguien tome un libro olvidado en la estantería, para poder sentir.-

Liboria luego de agradecerme con una sonrisa, salió del departamento.

Me asome por la ventana y la vi perderse entre la gente de la ciudad.



Al releer la novela note que Liboria ya no estaba, pero había un nuevo personaje que sufría ataques de pánico.

2 comentarios:

  1. Muy bueno tío. Me pregunto que lo inspiró

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  2. Me gusta tu curiosidad, inspirarse no, los personajes aparecen ellos mandan.

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